Podríamos decir cientos de cosas sobre el fuego. Miles. Fuego que arrasa, fuego que engulle, fuego que destruye. Pero también fuego purificador, fuego protector, fuego como símbolo de empezar de nuevo.
En algunas culturas el fuego tiene más significados si cabe. En la cultura japonesa, tiene un poder místico y, el hombre, el deber de dominarlo.
Tradicionalmente el fuego se ha utilizado en el país del sol naciente para levantar las viviendas, como si el poder protector de las llamas transcendiera del plano místico. No se equivocaban.
En Japón, el carbonizado de la madera es una técnica constructiva tradicional. Y es justo eso: quemar la madera para aumentar su resistencia ante las plagas que atacan este material.
Esta técnica es conocida como “Shou Sugi Ban” y tradicionalmente se compone de tres fases. En un primer momento, se toman tres tablas de madera (ciprés en la mayoría de los casos) y se unen entre sí con un material resistente a la combustión, introduciendo algún material inflamable en su interior. Tras prenderle fuego al bloque, se detiene la carbonización en el punto exacto (en este punto entra en juego la mano del experto) y se separan las tres tablas. Se rocían con agua y se dejan secar. Para terminar, se lija la madera carbonizada y se le aplica una fina capa de resina natural para protegerla.
Este sistema tradicional, evidentemente, ha ido evolucionando y hoy día se utilizan diferentes herramientas como sopletes para acelerar el proceso aunque, en cualquier caso, no es un sistema que haya sufrido una gran industrialización.
En los últimos años esta técnica ha vuelto con fuerza, indagando en las raíces de la cultura japonesa. La arquitectura contemporánea más innovadora abraza el pasado y lo rescata del olvido gracias arquitectos como Terunobu Fujimori, que recupera técnicas de siempre para levantar edificios sencillos y integrados. Discípulos suyos como Pieter Weijnen han exportado las maderas carbonizadas a sus proyectos en otras partes del mundo. Así, por ejemplo, en Stuttgart podemos observar la llamativa fachada del salón de actos de la Universidad de Hohenheim, construida en madera ondulada de abeto carbonizada. Esta obra, del estudio Deubzer König + Rimmel Architekten destaca no sólo por el negro de la madera quemada, sino también por la ondulación de los listones y su ordenada disposición que crea un curioso efecto visual.